Una vez que hemos asimilado el concepto de obsolescencia programada, es interesante estudiar cómo influye en nuestro día a día, y qué podemos hacer nosotros para mejorar la situación.
La programación de la vida útil de los productos nos afecta en aspectos económicos, sociales y medioambientales de nuestra vida.
El plano económico es quizás uno de los más evidentes. Cuando compras un aparato electrónico, ya sea un microondas, una impresora o un teléfono móvil, tienes que asumir que dentro de un periodo de entre dos y diez años, su vida habrá llegado a su fin.
Eso abre dos posibilidades: la reparación o la compra de un aparato nuevo. El problema que surge hoy en día con las reparaciones es que, generalmente, nos dicen que es más caro arreglarlo que comprar uno nuevo, abocándonos a la compra casi sin remedio.
Sin embargo, si se nos ofreciera la reparación de las piezas afectadas, la gran mayoría de nosotros optaríamos por hacerlo, tal y como se hacía hasta hace unos años, dando trabajo además a muchos pequeños negocios que se dedicaban a los arreglos, y que, poco a poco, han ido cerrando sus puertas.
¿Habéis pensado a qué podríais destinar vuestro dinero si no tuvierais que gastarlo periódicamente en televisiones, ordenadores, frigoríficos o lavadoras? Seguramente nuestros momentos de ocio se verían muy reforzados, y mejoraría notablemente nuestra calidad de vida.
Comprar un nuevo producto, tras tan sólo dos años de uso toca de lleno en nuestros bolsillos, pero también el medio ambiente.
Si tenemos en cuenta que, por poner un ejemplo, un teléfono móvil tiene hasta 40 elementos contaminantes, se hace palpable el deterioro para nuestro medio ambiente que supone la obsolescencia programada de estos aparatos tan comunes en nuestra vida diaria.
Arsénico, antimonio, berilio, plomo, níquel y zinc, o metales pesados como el plomo, cadmio o el mercurio, son sólo algunos de los elementos presentes en los móviles, que podrían contaminar la naturaleza durante cientos de años.
Por supuesto, todos estos elementos no dañan únicamente la naturaleza, sino que también son nocivos para nuestra salud.
Los residuos se acumulan en vertederos, muchos de ellos ilegales en países del tercer mundo, donde no se procede a un reciclaje de las piezas ni a un tratamiento adecuado que pueda evitar la contaminación.
Si hablamos de las afecciones de la obsolescencia programada a nivel social, nos tenemos que referir al consumo irresponsable que nos lleva a comprar siempre la última novedad del mercado, sin pensar en las consecuencias de un acto en principio así de sencillo.
La obsolescencia programada surge en el mismo momento de la producción en masa, pues supuso una bajada de precios que hacían más fácil la compra. En este momento empezaron a actuar el marketing y la publicidad, generando nuevas necesidades en la población, haciéndonos consumir más y más rápido.
La desigualdad entre primer y tercer mundo se hace además, muy palpable, pues mientras unos exigen cada vez más novedades tecnológicas, fabricadas en muchas ocasiones en países en vías de desarrollo, los otros sufren las consecuencias de un trabajo mal pagado, y se convierten además en el vertedero de los países ricos.
Desde la Fundación Feniss trabajamos en diferentes campos para frenar la obsolescencia programada, pero hay una actividad en concreto de la que todos nos podemos beneficiar: el centro No Tires, Aprende y Repara, un lugar donde nos enseñan a reparar nuestros propios aparatos tecnológicos, evitándonos el gasto en un dispositivo nuevo.
Podéis acudir cada viernes, de 10 a 14 horas, a nuestro centro situado en la calle Montalegre de Barcelona.
Llevo dos días re-utilizando una mesa de acero inoxidable que habían desechado.Le he ajustado tablas procedentes de palés y una vez acabada he podido trabajar con ella adaptando una puerta de madera maciza que recogí de un contenedor,la he colocado,desechando la antigua,pues ya entraban ratas del campo por sus bajos y me ha quedado estupenda.En fin,que estoy contento de re-aprovechar estos materiales.